Trump y la cumbre de Quantico: la nueva doctrina militar del Departamento de Guerra de EE.UU.

Donald Trump y el secretario de Guerra de Estados Unidos, Pete Hegseth, reunieron a más de 800 generales y almirantes en la base de Quantico en un acto que buscó un quiebre doctrinario en las Fuerzas Armadas más poderosas del mundo. La cumbre anticipó la nueva Estrategia de Defensa Nacional, centrada en contener a China y enfrentar al “enemigo interno”, bajo la bandera del “renacer del espíritu guerrero” y una creciente militarización de la política estadounidense.

En una reunión con fuerte carga política e ideológica, Donald Trump y Pete Hegseth presentaron las líneas centrales de la nueva Estrategia de Defensa Nacional ante el Alto Mando estadounidense en el auditorio central de la base militar de Quantico. Como dicta la norma, los uniformados permanecieron en silencio, sin aplaudir ni intervenir, mientras Hegseth proclamaba “el fin de la era del Departamento de Defensa” y la reaparición del “Departamento de Guerra”, atacaba la “ideología woke” y prometía depurar a quienes no se adapten a la nueva línea.

El presidente Donald Trump respaldó “al 100%” a las tropas y prometió aumentar el presupuesto militar a más de un billón (un millón de millones) de dólares en 2026. Esto representa un aumento de alrededor de un 12% respecto a 2025 y es, de lejos, el principal presupuesto de defensa del mundo. El segundo y el tercer presupuesto son el de China, en alrededor de 314 mil millones, y el de Rusia, cerca de 150 mil millones.

Alto mando estadounidense escuchando las palabras de Donald Trump

En su discurso, Trump llamó a “reavivar el espíritu guerrero” y advirtió que la preparación bélica se libra en dos frentes especialmente: contener a China y enfrentar en las propias ciudades de Estados Unidos a un supuesto “enemigo interno”.

Es posible que en esta cumbre, que combinó respaldo explícito a los generales “amigos” con advertencias destituyentes a quienes no se alineen, el presidente estadounidense haya buscado unificar a la cadena de mando militar detrás de su política en un contexto de inestabilidad interna y externa.

La reunión de los jefes militares estadounidenses se da en un momento en el que, pese a la discursiva trumpista de supuesta pacificación, hay más de 50 conflictos armados en curso a nivel global, configurando una “Tercera Guerra Mundial por partes”, como ya había señalado el Papa Francisco en vida, al describir la situación global.

Donald Trump y Pete Hegseth

En este contexto, Trump llega a Quantico tras sobrevivir a un intento de asesinato en plena campaña electoral, haber alentado el copamiento del Capitolio en enero de 2021 (luego de unas elecciones cuya derrota nunca reconoció), enfrentar crecientes conflictos con sectores del capital monopolista representados por el Partido Demócrata, sufrir la salida de Elon Musk del gobierno en medio de roces políticos y, además, el comienzo del cierre de su administración al no aprobarse el presupuesto 2026 hasta el momento.

Todo ello refleja la profundidad de la división en la burguesía monopolista estadounidense y la necesidad de Trump de acaudillar a las Fuerzas Armadas como sostén de su estrategia.

“Homeland defense” y China como ejes de la nueva Estrategia de Defensa yanqui

La nueva Estrategia de Defensa Nacional aún no se ha publicado oficialmente, aunque hay borradores públicos y el Departamento de Guerra ya anunció repetidamente los ejes centrales. El Pentágono comenzó a redactarla en mayo bajo las órdenes de Hegseth y con la influencia de “halcones” como Elbridge Colby, y se perfila en torno a dos grandes líneas rectoras. El acto de Quantico funcionó, de hecho, como presentación informal.

El primero de ellos es la defensa del territorio estadounidense (‘homeland defense’), que en el plano formal busca responder a amenazas externas, pero que en los hechos abre la puerta al despliegue de tropas en ciudades frente a conflictos sociales o políticos, apelando a la narrativa de una amenaza interna.

Protesta antifascista

Sólo en los últimos 3 meses ha habido convocatorias masivas en más de 1500 ciudades por reivindicaciones económicas y políticas, como las denominadas “No Kings” y “Good Trouble Lives On”. Son crecientes las denuncias de sectores sindicales, de izquierda e incluso de un sector de los demócratas que plantean una deriva autoritaria del gobierno. Importantes generales retirados, como Mark Milley y John Kelly, lo califican de fascista.

Protesta “No Kings”

El otro eje es la disuasión frente a China, particularmente en el Indo-Pacífico, con foco en el estrecho de Taiwán y el Pacífico occidental como teatro estratégico de maniobras navales. Esto asegura la continuidad y la expansión de la estrategia de contención en la región a través del Comando allí desplegado (concentra cerca de 300 mil soldados) y de las alianzas con Corea del Sur, Japón, Australia, entre otros.

Mapa de la distribución militar de EE.UU en el Indo-Pacífico

En Quantico, Hegseth tradujo esos lineamientos en medidas concretas: eliminación de las políticas de diversidad e inclusión dentro de las fuerzas, estándares físicos unificados con exigencia “masculina” para todos los roles de combate y la advertencia de que quienes no compartan esa orientación deberían abandonar el servicio. Es claro que se utiliza el combate a la “agenda woke” como forma de disciplinamiento.

Trump, a su turno, planteó que la nueva línea militar va de la mano con la idea de convertir a las propias ciudades estadounidenses en “campos de entrenamiento”. Para los medios afines al trumpismo, esto representa la “restauración de la ética guerrera”; para sectores críticos, es un avance de una militarización del propio territorio.

Quantico, fundación de una nueva doctrina

La cumbre de Quantico funcionó como un acto fundacional de esta nueva doctrina. Fue mucho más que un encuentro administrativo: se transformó en la escenificación de un alineamiento político. Convocar a toda la cúpula militar —los responsables de dirigir operaciones en Europa, América, África, Medio Oriente y el Indo-Pacífico— en un mismo auditorio, algo inusual en la historia reciente, buscó enviar un mensaje doble.

Hacia adentro, disciplinar a los jefes con la intención de depurar a los disidentes y dejar en claro que no hay lugar para mandos no alineados. Hacia afuera, mostrar que el presidente y su secretario de Guerra cuentan con el respaldo de los uniformados en el camino hacia una política más agresiva.

Para Trump, este viraje no es solo estratégico sino también cultural. “El ejército no está para proteger sentimientos, sino para proteger la república”, afirmó, en un discurso que buscó cimentar la identidad del soldado como “máquina de combate y victoria”. La exaltación del mérito individual y la mística belicista fueron presentados como los pilares de la nueva era militar.

El crecimiento de la disputa imperialista tiñe el mundo

Aunque el discurso en Quantico puso el acento en la defensa del territorio y en el “enemigo interno”, la proyección mundial de Estados Unidos sigue siendo un eje central de la estrategia. Trump y Hegseth insistieron en que China es el desafío principal a nivel planetario.

Al mismo tiempo, el gobierno de EE.UU. reafirmó la continuidad del compromiso con la OTAN, alianza en la que hace poco se acordó una senda de aumento presupuestario hasta el 5% en 2035. Los países europeos ven con preocupación cómo sigue el avance lento pero sostenido de las tropas rusas en Ucrania, a poco de cumplirse el cuarto aniversario de la invasión.

Por otra parte, en estas semanas se está dando una escalada en la tensión entre Estados Unidos y la UE con el Kremlin ante diversas maniobras aéreas provocativas. En Quantico, Trump volvió a referirse al despliegue de submarinos en cercanías de Rusia.

Submarino estadounidense en algún lugar del Océano Pacífico

La nueva doctrina trumpista no ha quitado, como algunos se habían ilusionado, a América Latina y Medio Oriente como lugares de intervención. En el Caribe, Hegseth anunció que Washington endurecerá su ofensiva contra lo que denomina “narcotráfico venezolano”, tras los ataques a lanchas en aguas caribeñas que EE.UU. presentó como un golpe al grupo Tren de Aragua.

De fondo está el objetivo de rodear militarmente al país caribeño para derrocar al gobierno de Nicolás Maduro, quien mantiene una alianza —hasta ahora firme— con China y Rusia. Nada le importa a Trump el derecho del pueblo venezolano a decidir por sí mismo su presente y futuro.

Donald Trump y Nicolás Maduro

En este escenario se inscribe también el reciente apoyo político y financiero al gobierno argentino de Javier Milei y las pretensiones de instalar una base militar en Tierra del Fuego, capaz de controlar el único paso natural interoceánico del continente.

En Medio Oriente, Trump endureció su ultimátum a Hamás, dando “tres o cuatro días” para aceptar un plan de paz bajo amenaza de represalias militares, acuerdo previamente discutido con Israel y aceptado por la mayoría de los países vecinos o con intereses sobre Palestina.

Donald Trump con Benjamín Netanyahu

En cada uno de estos escenarios, la consigna del Departamento de Guerra se traduce en más presión, más despliegue y menos espacio para la diplomacia tradicional: “para hacer la paz, nos preparamos para la guerra”, dijo Hegseth.

Crece la militarización y suenan tambores de guerra mundial

La cumbre de Quantico dejó en claro que el trumpismo busca zanjar las críticas a su política y el creciente cuestionamiento a la supremacía de Estados Unidos con una combinación de militarización interna de corte fascistizante y una ofensiva externa agresiva, en un contexto de agravamiento de las contradicciones interimperialistas y de divisiones cada vez más agudas en el seno de la burguesía monopolista yanqui.

La política de Trump, más allá de su discursiva de “finalizar guerras“, profundiza las confrontaciones y abre escenarios de choque abierto entre potencias.

Grupo de ataque de portaaviones

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